Aprendiste más de la vida que de los libros. Y la vida te enseñó a tener miedo, miedo de todo, hasta de ti mismo. Por las críticas. Por las opiniones de quienes no te quisieron conocer. Los que te desarmaron con sus juicios y te dejaron pensado cómo es posible que estén tan seguros de sí mismos. E imaginas que un día se atragantarán con su propio veneno y sus lenguas se retorcerán con la ponzoña que supuran. Pero eso jamás se ha visto. Hay personas que viven encadenadas a su propio discurso como los hay que mueren de espanto al comprender que se han quedado sin tiempo: que solo les queda un minuto. Que se perdieron mirando a otro lado en vez de a sí mismos. Actores de una tragedia, dioses venidos a menos, nadies desorientados en un bosque de sombras, entre ideas de amores, mentiras y compromisos. Te estrujas a ver si te queda coraje, las últimas fuerzas que te permitan componer un reclamo intrigante, un truco para llamar su atención y dejarles un recuerdo perenne en l...