«Poco antes de conocer a Carlos, influido por mis lecturas
orientales, me había hecho partidario de la doctrina de la reencarnación. Me
parecía una alternativa lógica a la creencia cristiana en la resurrección de
los cuerpos. Sin embargo, en una de sus charlas, él observó que los dogmas del
cristianismo y de las religiones orientales eran sospechosamente parecidos,
porque partían de un denominador común: el temor a la muerte.
»Su comentario me sumió en la perplejidad. Era un enfoque
completamente nuevo para un asunto que siempre me había fascinado.
»Cuando le pregunté su opinión, Carlos trató de desviar mi
interés hacia otro tema, como si no valiera la pena hablar de ese asunto. Pero
después, cambiando de táctica, me dijo que todas mis creencias sobre la
sobrevivencia de la personalidad eran el resultado de las sugestiones sociales.
»—Te han dicho que tenemos tiempo, que hay una segunda
oportunidad ¡Mentiras! Los videntes afirman que el ser humano es como una gota
de agua que se desprendió del océano de la vida y empezó a brillar por cuenta
propia. Ese brillo es el punto de encaje de la percepción. Pero, una vez
disuelto el capullo luminoso, la conciencia individual se desintegra y se hace
cósmica, ¿cómo podría regresar? Para los brujos, cada vida es única, ¿y tú
esperas que se repita? Tus ideas parten de la elevada idea que tienes sobre tu
unidad. Pero, como todo lo demás, tú no
eres un bloque sólido, eres fluido. Tu ‘yo’ es una suma de creencias, un
recuerdo, ¡nada concreto!
»Le pregunté a qué se debe entonces que las religiones
propaguen otro tipo de doctrinas.
»Me respondió:
»—Es fácil entenderlo: son respuestas al miedo ancestral del
ser humano. Cada cultura generó sus propias proposiciones explicativas, pero
solo los videntes fueron más allá de las creencias, corroborando esos aspectos
de las emanaciones del Águila por sí mismos.
»Me explicó que existen en el Cosmos racimos energéticos a
los cuales todos nosotros estamos enganchados como se enganchan entre sí las
cuentas de un rosario. Somos cíclicos, somos el resultado de un sello luminoso,
y cada vez que nace un nuevo ser, encarna en él la naturaleza de ese patrón.
Pero la cadena que nos une no es de naturaleza personal, no implica
trasferencias de memoria o personalidad, ni nada por el estilo.
»—Para sobrevivir a la muerte hay que ser brujo. Al
satisfacer al Águila con una réplica de sus vivencias, los brujos consiguen
mantener encendida la llama de su conciencia individual por eternidades. Pero
eso es una hazaña ¿Acaso el máximo logro de un guerrero ha de ser un regalo?
»Le comenté que estudios recientes habían demostrado que
algunas personas, en circunstancias muy especiales, son capaces de recordar
eventos de una vida pasada.
»Afirmó que eso era una interpretación errónea de los hechos.
»—Es cierto que cualquiera puede sintonizar determinadas
emanaciones de vivencias que tuvieron lugar en otros tiempos y sentir que ha
vivido no una, sino muchas vidas. Pero eso es sólo una alineación entre millones
de alineaciones posibles.”
Encuentros con el nagual. Conversaciones con Carlos Castaneda, Armando Torres, 2002