martes, 3 de marzo de 2020

Guía del autoestopista espiritual - De la dualidad


"[...] Mientras ella daba voz a estas palabras, algo extraordinario sucedió. Cobré la certeza absoluta de que me quedaría con Clara en México. Lo que deseaba era sentir que en unos cuantos días volvería a Arizona; pero lo que de hecho sentí fue que no regresaría. Supe entonces que mi certeza no se reducía tan sólo a la aceptación de lo que, por lo visto, Clara tenía en mente desde el principio, sino que también abarcaba el saber que yo era impotente para resistir a sus intenciones porque la fuerza que me movía no era sólo la suya.

-A partir de ahora debes llevar una vida en la que la conciencia ocupe la primera plana -señaló, como si supiera que había hecho el compromiso tácito de permanecer con ella-. Tienes que evitar todo lo que debilite y dañe tu cuerpo o tu mente. También resulta esencial, por el momento, que rompas todos los lazos físicos y emocionales con el mundo.

-¿Por qué es tan importante eso?

-Porque antes de todo debes adquirir unidad.

Clara explicó que estamos convencidos de que existe un dualismo en nuestro ser; la mente es la parte insustancial de nosotros y el cuerpo es la parte concreta. Esta división mantiene nuestra energía en un estado de separación caótica y le impide aglutinarse.

-Estar divididos es nuestra condición humana -admitió-, pero nuestra división no es entre la mente y el cuerpo, sino entre el cuerpo, que aloja a la mente o el yo, y el doble, que es el receptáculo de nuestra energía básica.

Explicó que, previo al nacimiento, la dualidad impuesta al hombre no existe, pero que a partir del nacimiento las dos partes son separadas debido a la fuerza ejercida por el intento de la humanidad. Una parte se vuelve hacia el exterior y se convierte en el cuerpo físico; la otra, hacia el interior y se convierte en el doble. Al morir, la parte más pesada, el cuerpo, regresa a la tierra para ser absorbida por ella, y la parte ligera, el doble, se libera. Pero desafortunadamente, puesto que el doble no fue perfeccionado nunca, experimenta la libertad por sólo un instante antes de dispersarse en el universo.

-Si morimos sin haber borrado nuestro falso dualismo del cuerpo y la mente, morimos una muerte ordinaria –afirmó-.

-¿De qué otra manera podemos morir?

Clara me miró, alzando una ceja. En lugar de responder a mi pregunta reveló, en tono confidencial, que morimos porque la posibilidad de ser transformados no forma parte de nuestros conceptos. Subrayó que dicha transformación tiene que lograrse mientras estemos vivos y que, llevar a cabo con éxito esta tarea, es el único propósito verdadero que un ser humano puede tener. Todos los demás logros son transitorios, puesto que la muerte los disuelve en la nada.

-¿Qué implica esta transformación? –pregunté-.

-Implica un cambio total -replicó-. Y eso se logra por medio de la recapitulación: la piedra angular en el arte de la libertad. El arte que te enseñaré se llama el arte de la libertad. Un arte infinitamente difícil de practicar, pero aún más difícil de explicar.

Clara dijo que cada procedimiento que iba a enseñarme y cada tarea que me pidiera llevar a cabo, por muy comunes que me pareciesen, representaban un paso hacia el cumplimiento de la meta final del arte de la libertad: el vuelo abstracto. [...]"


                  "Donde cruzan los brujos" de Taisha Abelar, 1992

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