“-¿Qué es el Ubik? –preguntó Joe,
deseando retenerla.
-Un bote de aerosol de Ubik –respondió
la joven- consistente en un ionizador negativo portátil, con una unidad
autocontenida, de alto voltaje y baja densidad, alimentado por una pila de
helio de veinticuatro kilovatios de ganancia máxima. Los iones negativos
reciben un giro de sentido contrario a las agujas del reloj, que les imprime
una cámara de aceleración de nuevo diseño, creadora de una fuerza centrípeta
tal que las partículas ganan cohesión en vez de disiparse. Un campo iónico
negativo reduce la velocidad de los protofasones habitualmente presentes en la
atmósfera. Al disminuir su velocidad dejan de ser protofasones y, según el
principio de paridad, ya no pueden enlazarse con los protofasones irradiados
por individuos conservados en friovainas, lo cual significa, al menos durante
un cierto lapso de tiempo, un incremento de la intensidad del campo de
actividad protofasónica… que es experimentado por el semivivo en forma de un
aumento de la vitalidad y una atenuación de las sensaciones de frío, características
de las temperaturas de hibernación. Por ello no le resultará difícil comprender
por qué las formas degeneradas de Ubik no lograban…
-Lo de los iones negativos es una
redundancia –dijo Joe de forma refleja-. Todos los iones son negativos.
La chica se alejó de nuevo.
-Espero volver a verle –dijo gentilmente-.
Ha sido una satisfacción para mí traerle el aerosol. Quizá la próxima vez…
[…]
“Yo soy Ubik. Antes de que el
universo existiera, yo existía. Yo hice los soles y los mundos. Yo creé las
vidas y los espacios en los que habitan. Yo las cambio de lugar a mi antojo.
Van donde yo dispongo y hacen lo que les ordeno. Yo soy el verbo, y mi nombre
no puede ser pronunciado. Es el nombre que nadie conoce. Me llaman Ubik, pero
Ubik no es mi nombre. Soy. Seré siempre.”
“Ubik”, Philip K. Dick, 1969