»—La calidad de conciencia de cada ser individual —continuó— depende del grado en que las emanaciones en grande se amalgaman con las de
adentro.
»Después de una larga interrupción, don Juan siguió
explicando. Dijo que los videntes vieron que la conciencia de ser crece
desde el momento de la concepción, se enriquece con el proceso de vivir. Dijo
que, por ejemplo, los videntes ven cómo la conciencia de ser de un
insecto o la de un hombre crece de maneras asombrosamente diferentes, pero con
igual consistencia.
»—¿La conciencia de ser se desarrolla
a partir del momento de la concepción o a partir del momento de nacer? —pregunté.
»—A partir del momento de la concepción —contestó—. Yo siempre te he dicho que la energía sexual es algo de extrema importancia y que debe ser controlada y usada con mucho tino. Nunca te gustó esa proposición porque crees que yo hablo de control en términos de moralidad; control para mí significa el ahorro y la recanalización de la energía.
»Don Juan miró a Genaro. Genaro asintió con la cabeza.
»—Genaro te va a contar lo que decía nuestro benefactor, el nagual Julián, acerca del ahorro y la recanalización de la energía sexual —me dijo don Juan.
»—El nagual Julián decía que el sexo era un asunto de energía —comenzó Genaro—. Por ejemplo, él nunca tuvo problemas, porque tenía energía
hasta en los dedos gordos de los pies. Pero a mí me echó una sola mirada y de inmediato
prescribió que mi chile era solo para orinar. Me dijo que yo no tenía
suficiente energía para el sexo. Dijo que mis padres habían estado demasiado
aburridos y cansados cuando me hicieron, que yo era el resultado de una cogida
muy aburrida, y que así nací, aburrido y cansado. El nagual Julián
recomendaba que la gente como yo jamás tuviera relaciones sexuales, a fin de
que pudiéramos almacenar la poca energía que tenemos.
»A Silvio Manuel y a Emilio les dijo lo mismo. Vio que los
demás compañeros tenían suficiente energía. No eran el resultado de cogidas
aburridas. Les dijo que podían hacer lo que quisieran con su energía sexual,
pero les recomendó que se controlaran y que entendieran que el comando del Águila
es que el fulgor de la conciencia de ser se da a través del acto sexual. Todos
le dijimos que habíamos entendido y que estábamos de acuerdo.
»Un día, sin aviso alguno y con la ayuda de su propio
benefactor, el nagual Elías, abrió la cortina del otro mundo, y sin
vacilaciones, nos empujó a todos adentro. Con excepción de Silvio Manuel, casi
nos morimos todos allí. No tuvimos un ápice de energía para resistir el impacto
del otro mundo. A excepción de Silvio Manuel, nadie había seguido la
recomendación del nagual Julián.
»—¿Qué es la cortina del otro mundo? —le pregunté a don Juan.
»—Pues ya lo dijo Genaro, es una cortina —contestó don Juan—.
Y como siempre, te estás desviando de tema.
»Estamos hablando de que el Águila ordenó que la energía sexual se use para crear vida. A través de la energía sexual, el Águila otorga la conciencia de ser. Por eso cuando los seres conscientes realizan el acto sexual, las emanaciones que están dentro de sus capullos hacen lo mejor que pueden para conferirle conciencia al nuevo ser que están creando.
»—El acto sexual es siempre una donación de conciencia aunque
ese regalo no se consolide y cree un nuevo ser viviente —agregó—. Las
emanaciones que están dentro del capullo de los seres humanos no saben del acto
sexual sólo como placer.
»Desde su silla al otro lado de la mesa, Genaro se inclinó
hacia mí y me habló en voz baja, moviendo la cabeza para hacer énfasis.
»—El nagual te está diciendo la verdad —dijo guiñándome el
ojo—. Esas emanaciones realmente no saben nada.
»Don Juan hizo un esfuerzo por no reírse y agregó que la
falacia del hombre es actuar con total desdén por el misterio de la existencia
y creer que el sublime acto de conceder vida y conciencia es simplemente un
impulso físico que uno puede distorsionar a voluntad.
»Genaro hizo gestos sexuales obscenos, girando sus caderas,
una y otra vez. Don Juan asintió con la cabeza y dijo que eso era exactamente
lo que el hombre hacía. Genaro le dio las gracias por reconocer su única
contribución a la explicación de dicho tema.
»A carcajadas me dijeron que yo estaría riéndome con ellos si
supiera lo serio que era para su benefactor la explicación de la energía
sexual.
»Le pregunté a don Juan qué significado tenía todo esto para el hombre en el mundo cotidiano.
»—¿Te refieres a lo que está haciendo Genaro? —me preguntó fingiendo seriedad.
»El regocijo de los dos siempre era contagioso. Tardaron mucho tiempo en calmarse. Su nivel de energía era tan alto que, a su lado, yo parecía viejo y decrépito.
»—Realmente no sé —me contestó finalmente don Juan—. Todo lo que sé es que para los guerreros la única energía que poseemos es la energía sexual, dadora de vida. Este conocimiento los fuerza a darse cabal cuenta de su responsabilidad.
»"Si los guerreros quieren tener la suficiente fuerza para ver, tienen que volverse avaros con su energía sexual.”
»Esa fue la lección que nos dio el nagual Julián. Nos empujó adentro de lo desconocido, y todos casi nos morimos. Puesto que todos nosotros queríamos ver, tuvimos que abstenernos de desperdiciar nuestra energía sexual. Ya antes le había escuchado expresar esa creencia. Cada vez que lo hacía, entrábamos en una acalorada discusión. Siempre me sentía obligado a protestar lo que yo consideraba ser una actitud puritana hacia el sexo. Nuevamente, volví a objetar. Ambos se rieron hasta que se les saltaron las lágrimas.
»—¿Qué puede hacerse con la
sensualidad natural del hombre? —le pregunté a don Juan.
»—Nada —contestó—. La sensualidad del hombre no tiene nada de
malo. Lo que está mal es la ignorancia que obliga al hombre a pasar por alto su
naturaleza mágica. Es un error desperdiciar la fuerza dadora de vida y no tener
hijos, pero también es un error no saber que al tener hijos uno disminuye el
fulgor de la conciencia.
»—¿Cómo saben los videntes que al
tener hijos, uno disminuye el fulgor de la conciencia?
»—Los videntes ven que, al tener un hijo, el fulgor de la conciencia de los padres disminuye mientras que el de la criatura aumenta. En algunos padres débiles y nerviosos, ese fulgor desaparece casi por completo. Conforme los niños ensanchan su conciencia, crece también en el capullo luminoso de los padres una mancha oscura, en el mismo lugar de donde se desprendió el fulgor que dio vida a esos niños. Generalmente está en la parte media del capullo. A veces, esas manchas incluso pueden verse como si estuvieran pegadas al cuerpo.
»—No se puede hacer nada —dijo—. Por lo menos, no hay nada
que los videntes puedan hacer. Los videntes aspiran a ser libres, a ser
testigos sin prejuicios, testigos incapaces de juzgar; de lo contrario tendrían
la responsabilidad de implantar un nuevo ciclo más ajustado. Nadie puede hacer
eso. Un nuevo ciclo, si hubiera de surgir, tendría que surgir por sí mismo.
El fuego interno, Carlos Castaneda, 1984
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