Una vez olí la sangre
Me gustaba la sensación
Disfrutaba del dolor ajeno
Del desgaste de mis propias fuerzas
Me harté de guerra
De nubes de tormenta
Del olor a hierro oxidado
De roer huesos y tendones
De gemidos y de llantos
Del hedor de las heces
De la pestilencia del sudor
Me enardecía con la desesperación
Pero un día surgió mi sol
Amaneció en mi corazón
Un bálsamo calmó mi sed
Arropando mi rabia
Aliviando mis miembros cansados
Haciéndome aullar de placer
Ayer fui un perro de guerra
Hoy amo a quien despedacé
Y mañana, lo que pase mañana
No lo quiero saber.