Me gustaría poder sustraerme de los atropellos que comete la justicia en estos tiempos pero me siento incapaz. La entrada anterior también la dediqué a este tema y mucho me temo que esto sea un sinfín de entradas similares. Es más que probable que la aplicación de la justicia siempre haya funcionado así, que, como se suele decir: «hecha la Ley, hecha la trampa» y que los sistemas judiciales solo sirvan para esconder la corrupción de unos y las carencias morales de los otros. Los gitanos de mi barrio suelen maldecir a los payos de muchas maneras, una de esas maldiciones —que jamás entendí— ahora cobra sentido: «juicios tengas y los ganes» reza el dicho, y claro que es una maldición. Ojalá nunca se tengan que ver envueltos en un juicio porque, si bien pueden ganarlo, habrán perdido por el camino: su tiempo, su dinero, su energía, su tranquilidad y su alegría de vivir, amén de otras cosas que ahora mismo no se me ocurren. Y si además pierden, en fin, espero que no tengan que pasar ese trago.
En el vídeo que les dejo más abajo, el periodista uruguayo Esteban Queimada entrevista a los padres de Adrián Mastandrea, el joven condenado a diez años de prisión por un delito de violación, en uno de los casos más sangrantes de corrupción judicial que se han dado en el Uruguay en los últimos tiempos.
Ya no me quedan dudas de que estamos en los tiempos del Apocalipsis. Se han roto los siete Sellos y todo será desvelado. Etimpología. Prepárense para surfear en un océano de porquería.
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