«El granjero dirige sus ojos lentamente por todo el horizonte. Primero hacia el este, porque será del este de donde venga la lluvia, si es que viene, y allí se ve claramente la Espiga en la constelación de Virgo. Luego al sur, para saludar a la Cruz del Sur, portera del inmenso mundo, fiel a los viajeros y amada por ellos, y más altas, bajo la huella luminosa de la Vía Láctea, Alfa y Beta en Centauro. Hacia el sudoeste resplandece en el cielo el gran Sirio, Canopo el meditativo, y hacia el oeste, sobre el fino dibujo de las colinas de Ngong, casi ininterrumpido, los adornos de radiante diamante, Rigel, Betelgeuse y Bellatrix. Finalmente se vuelve hacia el norte, porque al norte terminará por volver, donde se encuentra nada menos que con la Osa Mayor, solo que ahora está tranquilamente cabeza abajo debido a la perspectiva celeste, lo que le da un aire de chiste osuno, que alegra el corazón de los emigrantes nórdicos.
»La gente que sueña mientras duerme por la noche siente una clase especial de felicidad que no tiene el mundo diurno, un plácido éxtasis y una ligereza de corazón que saben como la miel. También siente que la verdadera gloria del sueño reside en su atmósfera ilimitada de libertad. No la libertad del dictador, que impone al mundo su voluntad, sino la libertad del artista, que no emplea su voluntad, porque se ha librado de ella. El placer del verdadero soñador no reside en la sustancia de su sueño, sino en esto: que las cosas ocurren sin ninguna interferencia por su parte y además, completamente fuera de su control. Grandes paisajes creados por sí mismos, grandes y espléndidas vistas, ricos y delicados colores, caminos, casas que nunca ha visto y de las que nunca ha oído hablar. Aparecen extraños y son amigos o enemigos, aunque la persona que sueña no haya hecho nunca nada por ellos. Las ideas de huida y persecución son recurrentes en los sueños e igualmente propiciatorias del éxtasis. Todos dicen cosas inteligentes. Es cierto que si lo recuerda al día siguiente las cosas se borran y pierden su sentido, porque pertenecen a un plano diferente, pero tan pronto como el que sueña se tumba por la noche, el circuito se cierra y recuerda su esplendor. Durante todo el tiempo le rodea un sentimiento de inmensa libertad y le invade, como el aire y la luz, una felicidad ultraterrena. Es una persona privilegiada, alguien que no tiene nada que hacer, pero para cuyo enriquecimiento y placer se juntan todas las cosas; el rey de Tharsis le llevará sus dones. Participa en una gran batalla o en un baile y se pregunta cómo puede ser tan afortunado que participe en estos acontecimientos al tiempo que duerme. Es cuando se empieza a perder la conciencia de la libertad, cuando la idea de necesidad penetra en el mundo, cuando hay prisa y tensión en todas partes, cuando hay que escribir una carta o tomar un tren, cuando tienes que ir a trabajar, hacer que los caballos del sueño galopen o hacer que se disparen los rifles, cuando el sueño decae y se convierte en una pesadilla, que pertenece a la categoría más pobre y más vulgar de los sueños. Lo más parecido en el mundo en vigilia a un sueño es una noche en una gran ciudad donde nadie te conoce o en la noche africana. Ahí hay también una infinita libertad: ahí ocurren cosas, se forjan los destinos en torno tuyo, bulle de actividad y nada te concierne.
"Memorias de África" Isak Dinesen, 1937
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