¿Y si Chernóbil hubiese sido provocado para ocultar un
desastre soviético?
El documental The Russian Woodpecker explora una
teoría macabra: la posibilidad de que el accidente de Chernóbil hubiese sido
provocado para tapar los problemas del proyecto militar Duga-3
Por: Luis M.
Rguez. jueves 22 de octubre de 2015
Todos conocemos a ese amigo de curiosidad
disidente. Ese fan de las 'conspiranoias' que duda de las versiones
oficiales al respecto de cualquier asunto delicado. Y duda porque la
historia nos ha enseñado que suele haber motivos para dudar. Sobran los
ejemplos.
En 1986, cuando sucedió la catástrofe de Chernóbil,
Fedor Alexandrovich era un dulce crío de 4 años. Como todos los niños
ucranianos de las ciudades cercanas a la planta nuclear, Fedor fue
evacuado, separado de sus padres y trasladado temporalmente a un orfanato a
cientos de kilómetros. Aquella experiencia le marcó.
"Desde ese tiempo me he sentido extraño,
diferente", reconoce en el film. Quizás tenga que ver el estroncio
radioactivo que sigue instalado en sus huesos. O la historia reciente de un
país que lucha contra los fantasmas de un pasado que algunos están
tratando de devolver a la vida.
Sea como sea, Fedor se ha convertido en un artista
borrachín y excéntrico obsesionado con Chernóbil y Rusia. Un indagador
escéptico que, a la hora de buscarle explicación a unos hechos que
lleva grabados, ya no en la memoria, sino en su propio cuerpo, prefiere
poner su dinero en la versión más retorcida y complicada de justificar de una
historia que todos conocemos.
The Russian Woodpecker es
un documental incómodo que gira alrededor de una tesis macabra: el
accidente nuclear de Chernóbil fue provocado. Inducido por un alto cargo del
Politburó soviético para tapar otro tipo de desastre.
Olvida lo que te han contado, porque aquello fue un
'inside job' mal calculado que acabó saliéndose de madre. Esa es la
idea que lanza Alexandrovich.
Y después de ver las reacciones de parte de los
entrevistados en el filme, casi que apetece creérselo.
El arte de incordiar
La madre de Fedor describe a su hijo como un tipo
trágico, agitable y... superdotado. Las sensaciones de la Guerra Fría también
le convirtieron en un pacifista precoz. Cuando tenía 6 años, Fedor se
puso un esmoquin y un sombrero y se dirigió a los niños de su barrio para pedirles
que no jugaran a la guerra. Quería recoger firmas para su causa... y acabó
llevándose una buena tunda.
En esas sigue, aunque de otra manera, treinta años
después.
Fedor considera que el desastre nuclear está
relacionado con el proyecto fallido del Duga-3, un complejo sistema de radar
que durante sus años en funcionamiento emitió una extraña señal de baja
frecuencia perceptible en todo el mundo. Esa señal acabó siendo conocida como
'pajaro carpintero'
Con las revueltas del Euromaidán como telón de fondo, The
Russian Woodpecker se eleva como una fábula precautoria contra
el poder en la sombra del aparato ruso. Un poder que se manifiesta en forma
de amenazas durante la misma filmación del film: en un momento dado, Fedor
decidió parar el proyecto por miedo a lo que le pudiera pasar a su
familia. Y todo por hacer un par de preguntas incómodas.
La cosa va así. 29 años después del desastre de
Chernóbil sigue sin haber acuerdo sobre por qué pasó lo que pasó.
La causa de la explosión sigue sin estar clara. Y si uno busca respuestas más
allá de la versión oficial, se encuentra con el más absoluto vacío: no hay
documentos oficiales sobre aquellas fatídicas semanas. O permanecen
clasificados por el Gobierno ruso, o han sido destruidos o están desaparecidos.
El propio Anatoly Dyatlov, ingeniero de la central de
Chernóbil condenado a 10 años de cárcel por lo que pasó, lo pone así en el
film: "Si un accidente así ocurre, debemos aprender la lección para que no
pase de nuevo. Peroa los especialistas se le prohibe el acceso a los
documentos que pudieran haber surgido de aquellas
investigaciones".
La documentación oficial sobre los días previos e
inmediatamente posteriores al accidente de Chernóbil permanece clasificada,
está desaparecida o ha sido destruida.
A falta de documentos, Fedor se va a las fuentes. Y va
con una idea instalada en la cabeza: Duga-3. El Pájaro
Carpintero Ruso, un complejo sistema de antenas situado dentro de la
zona de alienación de la central de Chernóbil. Uno de los dispositivos
militares soviéticos más fascinantes, y también uno de los más inútiles.
¿Pudo tener algo que ver la imponente
estructura del Duga-3, aquel radar 'over-the-horizon' que tantos
quebraderos de cabeza trajo a televisiones y radioaficionados de todo el mundo
mientras estuvo operativo, con la explosión del reactor cuatro de la vecina
central de Chernóbil?
Podría ser.
Malversando
El hilo argumental de Alexandrovich se apoya en tres
datos fundamentales:
1. El desarrollo y la construcción del Duga-3, un
sistema de radar antimisiles que en su día —segunda mitad de los 70— se pensó
que podía ser un intento de arma de control mental, costó una
barbaridad de dinero. Cerca de siete mil millones de rublos rusos. El doble que
la planta de Chernóbil.
2. En el momento de la verdad, se demostró que aquel
carísimo sistema de radar diseñado para la detención temprana de misiles no
funcionaba de la forma esperada. No servía para lo que había sido diseñado.
Es un dato que confirman varios de los entrevistados, entre ellos el coronel
Vadim Prokofiev, ingeniero armamentístico del ejército soviético, o Vladimir
Usatenko, jefe de la comisión parlamentaria sobre Chernóbil.
3. En la Unión Soviética, la malversación de
caudales públicos estaba castigada con la pena de muerte.
Aten cabos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario